Luis Enrique Peñuelas Carrillo
haguen1386@hotmail.com
Para Aristóteles y Helena Beristáin la Intellectio se
manifiesta de manera muy general, al incluirlas en la Inventio, nombrándolas
como una formulación de preguntas ¿Qué? ¿Quién? ¿Dónde? que ayudarán a situar
la circunstancia específica de la enunciación del discurso (Rivera, 2007).
Para Lausberg, la Intellectio y la Inventio se sitúan en la
Res, en el Qué del discurso. Distingue a uno del otro, al ubicar a la
Intellectio como operación reflexiva donde comprenden ideas y pensamientos
respecto a la causa de la controversia entre orador y auditorio, siendo la
operación fundamental para la construcción del discurso. En este momento se
piensan las posibles refutaciones del auditorio. La Intellectio es la guía del
resto de las operaciones; establece un espacio donde se consideran las opciones
a favor y en contra antes de tomar una decisión. Mientras que la Inventio es un
proceso activo y creador, es decir, productivo. (Rivera, 2007).
De lo anterior, utilizaremos la Intellectio como una
operación donde se reflexiona acerca de la causa de la controversia entre
orador y auditorio, para comprender ideas y pensamientos que más adelante nos
ayudarán a producir el argumento.
La causa de la controversia en la Intellectio.
La retórica es la disciplina que se encarga de persuadir al
auditorio de algo en particular, lo cual en principio inicia con puntos en
desacuerdo entre quien emite la idea (orador) y quien la recibe e interpreta
(auditorio). Existen varias definiciones de retórica que se centran en el punto
en desacuerdo entre auditorio y orador:
“La Retórica es el estudio de los malentendidos y sus
remedios” Richards.
En este sentido, no existen desacuerdos, sino malentendidos
que tienen su origen en fallas de interpretación de quien recibe el argumento ó
de quien lo emite (La controversia en este sentido tiene su origen en fallas de
interpretación ó comunicación), es decir, existe un punto donde ambas personas
pueden estar de acuerdo, sólo es cuestión de encontrarlo y remediarlo, para lo
cual existe la retórica.
“La Retórica es el método, el órganon de los principios para
decidir mejor las cuestiones que son indecidibles, para arribar a soluciones
ante los problemas que son irresolubles, para instituir un método en esas fases
vitales de la actividad humana donde no existe un método inherente a la materia
de la que se ocupa una decisión. El arte de resolver este tipo de problemas es
la Retórica" Donald Bryan.
En esta definición, la retórica es un método que se encarga
de proponer una decisión en un lugar donde era imposible concebirla, debido a la
falta de solución a un problema que involucraba varios puntos de vista no
conciliados.
En ambas definiciones se nos pone de manifiesto que existen
puntos en los que la gente no coincide, ya sea por cuestión de fallas
comunicativas, interpretativas o por indecisión en la solución a un problema.
La retórica es una opción para remediar esos desacuerdos, lo que hace que tenga
como meta la persuasión.
La Retórica es “la facultad de descubrir en cada caso
particular los medios que son adecuados para la persuasión” Aristóteles[1].
Lo anterior agrega a la situación de la controversia un
punto fundamental en la retórica, concebido implícita o explícitamente como su
finalidad: la persuasión. Aristóteles en esta definición nos la pone
explícitamente, señalando que esta se logra en casos particulares, es decir que
cada situación requiere medios distintos para persuadir, debido a que son
controversias distintas. Este punto nos lleva a pensar necesariamente en una
variedad de personas que contemplan puntos de vista diferentes, en situaciones
distintas…el auditorio.
Para saber porque una controversia sucede en cada caso
particular, es necesario conocer lo que el orador propone y lo que el auditorio
piensa sobre ello, incluso antes de que sepa lo que el orador le propone. Para
entender mejor este punto, entendamos al auditorio cualitativa y no
cuantitativamente.
“…difícil resulta determinar con ayuda de criterios
puramente materiales, el auditorio de aquel que habla.” (Perelman, 1989: 55).
Contemplar al auditorio desde criterios cuantitativos es,
como dice Perelman, difícil por un lado e ineficaz por otro, ya que lo que
importa del auditorio, no es su edad, ni sus características físicas, sino lo
que piensa sobre un tema en una situación concreta.
“Para quien argumenta, el presunto auditorio siempre es una
construcción más o menos sistematizada. Se puede intentar determinar sus
orígenes psicológicos o sociológicos; pero, para quien se propone persuadir
efectivamente a individuos concretos, lo importante es que la construcción del
auditorio sea la adecuada para la ocasión”. (Ídem).
Entender lo anterior permite concebir a un auditorio
dinámico, que no permanece inmóvil, siempre con los mismos pensamientos en las
mismas situaciones, lo cual es indispensable para comprender que cada
controversia es causada por diferentes factores que presenta cada
circunstancia.
En general, las controversias se generan porque el auditorio
piensa, y no sólo eso, sino que piensa de manera distinta y cambiante,
dependiendo los factores que cada circunstancia presente.
Po otro lado, si una controversia existe, no es sólo porque
existen dos puntos de vista distintos, sino porque uno intenta adherir al otro
en el suyo.
“…la argumentación pretende obtener la adhesión de aquellos
a quienes se dirige, alude por completo al auditorio en el que trata de
influir.” (Perelman, 1989: 54).
Entonces veamos a una controversia como un acto donde dos
opiniones distintas sobre un mismo suceso, existen aisladamente, donde una
trata de tejer a la otra mediante la persuasión. Quien trata de tejer (orador)
al otro (auditorio), es quien presenta una opinión formada, estudiada y
reflexionada, es quien encontró una relación donde antes no la había.
El tejido de las opiniones que logra el orador, no se hacen
con la finalidad de aprovecharse del otro, sino que se realiza con fines de
complementación de ideas, donde el orador se ve enriquecido con las opiniones
del auditorio y viceversa.
“…se diseña (añado, el discurso) para generar cualidades en
ambos sentidos y no sólo en uno…”
(Tapia, 2004: 90)
El orador trata de adherir al auditorio a su argumento
mediante la persuasión. En este sentido, la definición de auditorio cambia.
“…nos parece preferible definir el auditorio, desde el punto
de vista retórico, como el conjunto de aquellos en quienes el orador quiere
influir con su argumentación.” (Perelman, 1989: 55).
La persuasión es una cuestión de la cual se encarga el
orador, bien desde él mismo (modo de ordenar y decir el discurso) ó desde fuera
de él. Las características que se basan en el orador mismo, tienen que ver con
las operaciones de la retórica que siguen a la Intellectio. Las características
de la persuasión que van más allá del orador, tienen que ver con razones de
forma social, es decir, la sociedad cuenta con instancias legítimas que
dictaminan un punto de vista, independientemente de la aceptación o rechazo de
los sujetos, por ejemplo, las leyes. Alejandro Tapia nos menciona la persuasión
con respecto a esto:
“…como lo vimos con Habermas (añado, la persuasión es), un
proceso de validación que no pasa sólo por la legibilidad sino por medio de
instancias que construyen la legitimidad y la validez.” (Tapia, 2004: 88).
Es importante mencionar esto, ya que el auditorio tiene
presentes en sus opiniones, cuestiones que tienen que ver con lo anterior, es
decir, se encuentra inmerso en un orden social que involucra instituciones y
leyes que acepta, las cuales, probablemente no esté dispuesto a violar.
Además, el auditorio se sujeta de un imaginario social, es
decir, de un conjunto de significados formadores de creencias, presentes en un
grupo de personas.
La noción de imaginario tiene que ver con el hecho de que la
constitución del yo se realiza a partir de la imagen del semejante: hay pues un
elemento que da a cada época o a cada comunidad una orientación, que
sobredetermina la elección de las redes simbólicas, su manera de vivir, de ver
y hacer su propia existencia, su mundo y sus relaciones, este estructurante
originario es lo que se llama imaginario social. (González, 1986: 183)[2]
Para conocer el pensamiento del auditorio es necesario el
conocimiento de las instancias que conforman su contexto: cultura, sociedad,
ideología, etc., todo enfocado a una relación dialéctica con las circunstancias
específicas de cada ocasión.
Entonces, podemos apreciar la controversia como la discusión
sobre dos puntos de vista aparentemente aislados, que el orador tiene unidos
desde un principio, por lo que trata de influir en el auditorio en un punto
concreto de esa unión (llamado loci), unido dialécticamente con su contexto
socio-cultural-ideológico, con la finalidad de persuadir al auditorio del
tejido de ambas opiniones, mediante el discurso.
La causa de la controversia se da porque existen dos puntos
de vista sobre un mismo tema, aislados (donde el contexto tiene que ver con la
formación dicha opinión). La tarea de tejerlos es del orador, quien para poder
hacerlo, requiere de la reflexión, estudio e investigación del aislamiento de
ambos puntos de vista, lo cual trae implícitamente el conocimiento experto de
su opinión y la del auditorio.
“La intelección es una operación en la que ya está presente
el auditorio, el conjunto de los oyentes, que, como destinatario del discurso,
impone una serie de presupuestos y representaciones a las que el orador ha de
adaptarse para que su discurso sea inteligible y aceptable, y para que surta
efecto en él esperado (es decir, la persuasión) y no caiga en el vacío y por
tanto en la ineficacia de lo inoperante por falta de conexión, entendimiento,
adecuación o enlace (las cursivas yo las añado) entre el centro emisor del
mensaje (el orador) y su destinatario (los oyentes).” (López Eire, 1996:
161)[3]
En general, el orador tiene que conocer al auditorio antes
de darle su discurso, tiene que saber lo que piensa del tema y porqué lo piensa
de esa manera, precisamente es en la Intellectio donde el orador se vuelve
experto sobre el tema, desde su punto de vista y desde el del auditorio, para
lograr tejerlos-conectarlos-unirlos mediante el entendimiento y adecuación.
En este punto (ya desde más atrás) nos adentramos en el
papel del orador en el discurso. Su función tiene que ver con la relación entre
dos puntos de vista independientes, teniendo en cuenta un beneficio mutuo, para
lo cual debe ser de la confianza del auditorio.
“…el planteamiento aristotélico que se refiere a la
necesidad retórica de no sólo abordar el discurso, sino cuestionar la presencia
del que lo profiere…ya que la retórica versaba también sobre el individuo, su
talante y su cultura, como condiciones para la persuasión discursiva.” (Tapia,
2004: 89,90,).
El orador, como menciona Tapia, era visto no sólo como sí
mismo, sino como alguien que pertenecía a una cultura, es decir, se le veía
como alguien con ideales y pretensiones según el conjunto de significados que
lo sujetaban.
Su talante se refiere a su forma, es decir, a los
pensamientos y actitudes que lo moldean, mismos que le atribuían cierta fama en
el auditorio, previo a su discurso.
“…en su aspecto significativo involucra cualidades de
carácter que son persuasivos […] tales como el sentido común, la virtud
aparente y buena voluntad hacia el público.”[4]
En la actualidad, el ethos es muy importante para alcanzar
la persuasión, lo cual se puede deber a lo que Ulrich Beck llama la “sociedad
del riesgo”, la cual es una nueva sociedad donde la decepción y el desencanto
de la gente hacia las instituciones es inevitable, lo que antes le brindaba un
sentido al sujeto social, es ahora un recuerdo que ya no causa absolutamente
nada más que desconfianza. Esto lo podemos notar en las reacciones de la gente
ante las propuestas de los partidos políticos, donde se puede notar un anuncio
muy bueno (en muy raras ocasiones), con buena aceptación del auditorio, pero al
final, donde se muestra la identidad del partido político, la credibilidad se
va al suelo.
El ethos cobra importancia desde la antigüedad, al ser como
se mencionó, un aspecto muy importante de la persuasión.
Aristóteles mencionó que las pruebas de la persuasión son de
tres especies:
“ unas residen en el talante del que habla, otras en la
predisposición que presenta el auditorio y otras en el discurso mismo”.
(Aristóteles, 1990: 175)[5]
Sobre el talante ya se habló, sobre el discurso mismo se
hablará mas adelante. La predisposición del auditorio es el interés que tiene
para recibir el discurso del orador, es decir, existe un acuerdo entre orador y
auditorio previo a la controversia, lo cual es buen inicio para el discurso, ya
que el auditorio aceptó el ethos del orador, pues está dispuesto a recibir su
discurso.
El ethos no sólo se tiene antes de dar el discurso, sino que
se tiene que preservar mediante y al final de el. El discurso es una buena
oportunidad para que un orador sin ethos, lo adquiera (en la medida que el
auditorio lo permita), o para que uno que lo tenga, lo pierda.
Hasta aquí podemos concluir que la causa de la controversia
es el origen de la argumentación del orador, en este momento el orador tejerá
ambas opiniones aisladas para proponer algo (haciendo uso de su ethos) en
beneficio de ambos, para lo cual su punto de vista se cimenta en estudio,
reflexión e investigación; lo mismo para el punto de vista del auditorio, más
el contemplar su contexto socio-cultural-ideológico donde se inscribe el
imaginario social.
Referencias:
Rivera, Antonio (2007). La retórica en el diseño gráfico, México: Editorial
Encuadre, Asociación de Escuelas de Diseño Gráfico.
Beristáin Helena (1995). Diccionario de Retórica y Poética, México: Editorial Porrúa, S.A.
Rivera Antonio (2008). "El papel del auditorio en la invención
(inventio) retórica", Revista Diseño en Síntesis, Núm. 39, México: Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco.
Perelman Chaïm & Olbrechts-Tyteca (1989). Tratado de la Argumentación. La nueva
retórica, Madrid: Editorial Gredos.
Tapia, Alejandro (2004). El diseño gráfico en el espacio social, México: Editorial Designio.
Tapia, Alejandro (2007). El árbol de la retórica. Recuperado de http://elarboldelaretorica.blogspot.com
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[1] Las definiciones de Richards, Donald Bryan y Aristóteles
se tomaron del blog electrónico de Alejandro Tapia: http://elarboldelaretorica.blogspot.com/2007/03/definciones-de-la-retrica.html
[2] Paráfrasis tomada de El diseño gráfico en el espacio
social p.94, de Alejandro Tapia.
[3] Cita obtenida de La retórica en el diseño gráfico de
Antonio Rivera, p.31.
[4] Declaración por Diseño: Retórica, Argumento y
Demostración en la Práctica del Diseño, Buchanan, p.11.
[5] Paráfrasis obtenida de El diseño gráfico en el espacio
social de Alejandro Tapia, p. 90.
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